viernes, 30 de septiembre de 2011

Wallada, princesa Omeya.

Por: Mercedes Sophía Ramos Jiménez

Sobre la base más fascinante de la literatura se instalan poetas y literatos que forman un entramado de creaciones a partir del punto de partida que conjuga la palabra escrita. Todos ellos infunden a través de sus creaciones obras que son entregadas a la humanidad para deleitar al lector mediante clarividencias de variados géneros. El placer por la lectura esboza y construye un bucle infranqueable para los libros, ellos solos se hacen vivos y eternos en las manos del lector, por tanto, su existencia pasa a ser inmortal, por ello los escritores devanan ideas en su propia imaginación para conseguir alcanzar su obra maestra, esa celebridad posiblemente les podría conducir a un lugar que predice ser después de siempre. La soñada cúspide de los grandes maestros queda perfectamente vigente en nuestros días, desde esa altura contemplamos a la escritora Wallada, mujer enamorada de las letras, de la palabra adecuada y precisa; del poema armonioso y vibrante; del verso directo y certero, en todas sus dimensiones y medidas.
Cuenta la historia que Wallada fue una princesa Omeya de siglo XI, su belleza esmerada se adecuaba a su estirpe y linaje con perfecta correspondencia y precisión para lograr compararla a una princesa de cuento, sus ojos azules y su pelo encaracolado y dorado hacían enardecer la admiración de los más exigentes.
Era la única hija del califa Mustakfí de Córdoba y de una esclava cristiana que parecía proceder de Málaga.


Durante la Edad Media los emiratos en Al-Andalusí se encontraban en plena efervescencia, en ellos se debatían luchas internas, las batallas continuadas de Almanzor vislumbraban intereses individuales que protagonizaban intrigas de poder que surgían de distintos bandos.

Wallada era una mujer muy inteligente y culta, rebelde a toda regla impuesta por una sociedad donde las mujeres obedecían sumisas al dominio absoluto del varón, a pesar de las dificultades pudo publicar sus escritos y poemas, su valentía le ayudó para que en el centro de un califato con ideas radicales impusiera su opinión libremente, sus poemas traslucían sin pudor sus experiencias, así como los placeres  que sustentaban el amor que vivió con Ibn Zaydún, con el que mantuvo una relación intensa y secreta.
Probablemente el amor y sus designios le dieron la inspiración suficiente, sin reservarse de toda crítica su pulso no dudó en inscribir sus sentimientos públicamente.
Sus poemas decían lo siguiente:

“Doy gustosa a mi amante mi mejilla” y doy mis besos para quien los quiera… A partir de poemas escandalosos y que le comprometían por su condición de mujer Wallada adquirió fama de una ligereza inmerecida, su talento y personalidad fueron inamovibles, por lo que ser cuestionada no le impidió continuar en su línea durante toda su vida.

Según la historia, Wallada nunca se sometió a opiniones enclaustradas, ese proceder lo mantuvo constantemente. Cuentan que siempre hablaba del mar con anhelo desmedido y que tal vez nunca lo vio, sin embargo, dentro de su entorno se rumoreaba que alguien procedente de Málaga le contaba detalladamente las bellezas que procedían de sus azules aguas.
Wallada vivió una larga vida hasta el año 1091, su recuerdo vive directamente ligado a la libertad más pura. En la actualidad, el grupo “ALAS” de Málaga quiso hacer un homenaje a su memoria y adoptó su nombre para la Colección de Poemarios  "Wallada", contando con la edición número 8 hasta el momento.


lunes, 26 de septiembre de 2011

Anita Delgado, Princesa de Kapurthala

A continuación os dejo con un artículo de Manuel Martínez Molina, perteneciente a la revista del mes de septiembre de El Avisador.


Ante la aparición de una obra literaria, que glosa la sin par figura de esta extraordinaria mujer malagueña, a la que nosotros, sus propios paisanos, hemos mantenido viva en nuestra memoria colectiva, entre los iconos que no estaríamos dispuestos a arrinconar y que hemos cuidado de revitalizar con idealizados ornamentos y especiales delicias de generosa contemplación y a la que dedicamos un santuario en cada uno de nuestros corazones. Anita fue "Camelia", aquella flor temprana, hermosa y fragante que Málaga plantó en Madrid, a dúo con otra "Camelia" casi idéntica, nacida de la misma planta y cristianada como nuestra Virgen patrona, con el nombre de mujer más malagueño que registran nuestros anales: Victoria; iniciándose así la efímera, entrañable y nunca olvidada pareja de danzarinas populares españolas, bautizada y promocionada como "Las Camelias", aquella tierna simbiosis de hermanas capaces de embobar a los públicos del espectáculo teatral madrileño, aportando numerosos y personalísimos matices de variedad en el baile, las castañuelas y el zapateado, aprendidos en nuestra ciudad, bajo la ejemplar disciplina de un plantel de profesores, que colmados de sabiduría, generosidad y vocación, sembraron de arte y artistas a España desde "La Academia Malagueña de declamación", liderada y dirigida por José Ruiz Borrego, formidable actor y rapsoda malagueño experimentado, cualificado, brillante y con un envidiable palmarés de éxitos por toda España, junto a Narciso Díaz de Escovar, escritor, poeta, personaje para la historia de la literatura española y universal, autor de una innumerable antología de cantares.
Ceano, nuestro director y autor de "La Maharaní", es consciente de la aparición todavía fresca, de varias biografías bien desarrolladas y literariamente impecables, que se nos han ido presentando en 

las librerías, obras de autores que muestran su gran cariño y extraordinaria simpatía por nuestra Anita Delgado Briones, alumna pobre de la academia malagueña de declamación junto a su hermana Victoria, que siendo adolescentes todavía, abandonan Málaga cuando el céntrico


"Café de la Castaña" regentado por su padre, se convierte en un negocio inviable, para emprender mejor vida en Madrid con el nombre teatral y artístico de "Las Camelias", formando juntas un dúo de cándidas muchachas teloneras, contratadas para animar al público del teatro-frontón Central Kursaal durante los entreactos, que a pesar de su extrema juventud y nula experiencia, no pasan desapercibidas para un distinguido grupo de intelectuales de primera fila, ni para el animado jolgorio de leales al espectáculo de la moda: el cuplé y las variedades, porque en aquel espacio actúan las más cualificadas estrellas de tan divertida y pícara corriente artística, llenando todas las sesiones y enloqueciendo al brillo rutilante de Raquel Meyer, Fornarina, Bella Chelito, Antonia Mercé, La Goya y otras divas, que retiene con regocijo la memoria festiva de aquella España inolvidable y aquel Madrid repleto de diversión, muchachas esculturales, frivolidad sin límites y segundas intenciones, para burlar a la censura, tan exigente con la gente del teatro y sus maneras de cantar, gesticular y vestir.

En la feria del libro de este año, Diego Ceano nos ha hecho llegar su última obra titulada:
"La Maharaní": historia real de una malagueña que se convirtió en la Maharaní de Kapurthala, que en cuatrocientas cuarenta y cinco páginas nos muestra la biografía de "Anita, Camelia, Maharaní de Kapurthala, Raní Sahiba y Pren Kaur de Kapurthala", que todas estas gracias y tal vez alguna que olvidamos tuvo en vida aquella Camelia de Málaga, que la casualidad puso al alcance del Maharajá de un lejano, exótico y desconocido país asiático, enamorado de tan lindísima flor, para hacerla reina de su nutrido harén, esposa preferida y acompañante ideal en fiestas y celebraciones por todo el mundo, puesto que el maharajá, por su apostura, su formación occidental y sus innegables aficiones artísticas, era un asiduo a todo tipo de eventos importantes, razón que le trajo a Madrid, invitado a los esponsales de Estado entre el rey Alfonso XIII de España y la aristócrata inglesa Victoria Eugenia de Batenberg, asistiendo como espectador en el citado Central Kursaal durante las vísperas, al espectáculo de variedades y cuplé, donde quedó atrapado en la excepcional hermosura y gracia de la más joven "Camelia": Anita Delgado.
Se acabaron las desgracias y estrecheces de la familia Delgado Briones, porque a sus puertas llamó el amor entre los ramos de camelias que llegaban cada tarde al camerino, con gran derroche de generosidad en lo económico para la familia, en el esfuerzo por convertir a la chiquilla en una princesa, una mujer de su tiempo y a la moda, que deslumbrara en palacio, en la vida galante y en actividades altruistas.
Se acabó para Victoria y Anita el sueño con una ilusionada y prometedora vida de Camelias en el teatro; se acabaron para siempre los intermedios de bolero seco, de zapateado, de cachucha, de medio paso, de Piachi, de manchegas de Piruli, los zorongos de la Caleta, las seguidillas, las malagueñas, mollares y fandangos tan bien aprendidos y practicados en su Málaga natal, fábrica donde se forjaron ellas, además de otros importantísimos e históricos personajes del espectáculo.
Este es tan sólo un somero esbozo en el exordio de esta obra; el resto de esta apasionante historia sobre la vida y obras de nuestra Maharaní, nos lo narra Diego Ceano en su extenso libro, abundando en nuevos descubrimientos, entrevistando a quienes la conocieron, a quienes conservan sus recuerdos y hasta bajando a los mentideros donde reina la fábula, la leyenda y hasta el disparate como en los sueños, porque esta Camelia de Málaga es un personaje para soñar.

Manuel Martínez Molina

viernes, 23 de septiembre de 2011

Blancanieves como víctima: no es lo que haces, es lo que eres



Es un hecho que despista enormemente a las víctimas constatar que no es lo que hacen o lo que han hecho en su trabajo (siempre mal por cierto) sino el hecho de “ser como son” lo que desencadena las iras del acosador. Un perfil habitualmente favorecedor en forma de éxito personal o profesional de la víctima suele llevar a esta a no comp ...render nada de lo que le ocurre. Creyendo y esperando el premio o las buenas consecuencias por lo que han conseguido alcanzar o lograr, a las víctimas se les proporciona a cambio uno de los más terribles castigos que se puede ofrecer a las víctimas (el mobbing). 

Es precisamente lo que de positivo tiene la víctima lo que va a convertirla en amenazante. No en abstracto sino para toda aquella madrastra cuyo narcisismo le hace vivir ese factor positivo como amenazante por ser fuente de un malestar interno. La madrastra (el acosador narcisista) se adelanta al detectar y percibir muy rápidamente el carácter favorecedor que amenaza un Yo muy frágilmente construido sobre la ficción del espejo siempre quebradizo que es la opinión de los demás.

Esa amenaza para el acosador se materializa en un profundo y pervasivo sentimiento de envidia que siente respecto a su víctima. El origen de todo el proceso radica en la respuesta de la madrastra ante la mala noticia que le proporciona el espejo social: “ya no eres la más hermosa. Lo es Blancanieves ”.

Esto explica que con el tiempo en torno a los acosadores se repitan los casos con diferentes víctimas y en diferentes épocas (los que yo he denominado en mis libros cadáveres en el armario).

Publicado por Profesor Iñaki Piñuel el 14.9.08

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Blancanieves frente a su madrastra: el mobbing del narcisista contra su víctima

Ha llegado hasta mi este artículo que considero muy interesante e importante para cualquier persona que se encuentre o no en una situación similar. Iñaki Piñuel hace un simil comparativo del acoso psicológico con un cuento tan inocente como es Blancanieves y los siete enanito. Leánlo  la me dirán.

Blancanieves frente a su madrastra: el mobbing del narcisista contra su víctima
Etiquetas: acoso moral mobbing acosados psicoterror acosadores acoso laboral 5664
Resulta admirable verificar como el cuento es capaz de relatar los antecedentes habituales de todas las situaciones de acoso. El antecedente de todo mobbing es paradójicamente una relación entre acosador y víctima neutral o incluso positiva.
La pretensión de presentar el mobbing como la derivación final de un conflicto no es ni por mucho la de la mayoría de los casos. El carácter incausado del acoso despista enormemente a las víctimas y sitúa al que acosa en una perspectiva que le proporciona una ventaja estratégica esencial que luego explota decisivamente en el proceso de destrucción que inicia.
Esa situación previa neutral o aparentemente de ausencia de conflicto, sin embargo contiene un potencial de riesgo que el cuento desvela.
El cuento ofrece las características previas, no de las víctimas (que es donde no se pueden encontrar nunca; y por ello son vanos los intentos de buscar una especie de perfil previo de las víctimas) sino de la acosadora. La madrastra según nos informa el cuento es efectivamente una persona vanidosa. Alguien que se mira constantemente en un espejo para saberse hermosa. Alguien que se compara. Por tanto no necesita solo sentirse hermosa sino la única que lo es en su entorno. Esta resulta ser una descripción casi técnica de lo que los psicólogos denominamos una personalidad narcisista. Lo que mi colega la psicoanalista francesa Marie France Hirigoyen denomina un “perverso narcisista.”
La madrastra no es más que una falsa madre. Alguien que en apariencia aprecia, pero en realidad no quiere en absoluto a Blancanieves. Su narcisismo muy pronto la va a situar en una posición de rivalidad respecto a Blancanieves. La envidia y los celos, elementos centrales en todos los procesos de acoso psicológico, convertirán a Blancanieves en objetivo o target del acoso. Se convierte a la víctima inocente de toda causa para serlo, en una rival a batir o en un obstáculo a eliminar para poder mantener la ficción básica de la que vive todo narcisista que se precie: la ficción de su carácter único e inigualable.
La persecución contra todas las Blancanieves de este mundo suele ser decretada desde el momento preciso en que estas restan, ( amenudo sin saberlo y menos aun pretenderlo) el protagonismo o el carácter único de las madrastras. Este proceso de indiferenciación de las víctimas respecto a sus agresores resulta esencial para entender el núcleo central de todos los procesos de acoso.
En la medida en que la víctima se acerca al status real o ficticio que el agresor pretende tener o mantener respecto a ella, esta comienza a ser percibida como amenazante.
En la vida real vivimos en una sociedad que técnicamente nos convierte a todos en potenciales narcisistas, esto es, en personas que reivindican y pretenden para si mismas en exclusiva un carácter único e inigualable como fuente de la satisfacción y del bienestar psicológico interno.
La falta de autoestima de la mayoría de niños, jóvenes y adultos es algo que va incluido en una programación social dominante que condena a todos desde pequeños a ingresar en el infierno de la comparación con los demás y al intento de que estos no nos igualen y aun menos nos superen. Una sociedad llena de personas tan individualistas como competitivas es el resultado de la rivalidad y de la exacerbación de la envidia propia del narcisismo compartido a escala universal.
A medida que el discípulo se acerca al maestro, la hijastra a la madrastra, el subordinado al jefe , la esposa al esposo, crece la indiferenciación y por lo tanto se incrementa la probabilidad de que se desencadene el proceso que va a convertir a los primeros en el blanco de la animadversión y del intento de eliminación de los segundos.
Obsérvese el modo genial con que el cuento de Blancanieves relata un proceso central en el desencadenamiento de todo mobbing contra alguien: el sufrimiento psíquico de un narcisista que procede de la sistemática comparación con todos cuantos otros individuos pululan a su alrededor.
La madrastra que se mira en su espejo mágico busca en los demás el espejo que requiere para que le devuelva una imagen inmejorable que pretende reflejar para cubrir y compensar exteriormente su baja autoestima.
Es así como se manifiestan ante el mundo entero como hipersensibles a toda crítica, a todo cuestionamiento por parte de quienes los rodean. Como todos los narcisistas busca la adulación, el peloteo, la coba fina... Pero cuanto más halagos reciben peor se sienten pues no llegan jamás a compensar la fuente de su malestar que no es sino los sentimientos profundos de inadecuación que les corroen por dentro.
Algo que las víctimas de mobbing perciben una y otra vez como un rasgo o característica central de sus acosadores es que estos se hallan continuamente pendientes del espejo social, de quedar bien, especialmente ante los superiores, de epatar a los demás, de obnubilarlos con sus palabras o la falsa seguridad que proyectan. Todo con tal que se les devuelva la ración cotidiana de droga que reclaman sus pobres yoes disminuidos.
La crisis típica que desencadena el proceso victimario se precipita tanto en el cuento como en la realidad de los casos de mobbing en el preciso momento en que la madrastra (el acosador) cae en la cuenta de que hay alguien cerca que le puede hacer sombra. Es decir alguien que ha crecido, ha hecho las cosas bien, ha sido felicitado, ha obtenido un buen resultado... Alguien cuya mera presencia (simplemente el estar ahi, ser quien es, ser como es) le garantiza un rosario sin fin de miseria emocional.
Publicado por Profesor Iñaki Piñuel el 14.9.08