jueves, 20 de febrero de 2014

Mónico Sánchez. El hombre que metió los rayos X en una maleta.

España se ha caracterizado por contar con mentes privilegiadas y de gran ingenio para la invención, sólo que muchos de ellos han pasado a la historia sin hacer ruido, de los que desconocemos todo o casi todo. Así muchos de los artilugios y elementos de los que nos servimos día a día han sido ideados por ellos: es el caso de los rayos X.

De La Mancha a Nueva York. Desembarcó en la gran manzana en 1904. Estudió Ingeniería Eléctrica en Columbia, y con 28 años inventó el artefacto que le iba a hacer famoso y millonario: los rayos X portátiles.

Nacido en 1880 en Piedrabuena (Ciudad Real), Mónico Sánchez Moreno era el menor de los cuatro hijos de un humilde matrimonio campesino. Nada le auguraba una brillante carrera como investigador. Pero Mónico estaba dotado de una gran inteligencia natural. Concluida la enseñanza primaria, a los 14 años, se puso a trabajar como chico de los recados primero, como dependiente después y como propietario de una pequeña tienda más tarde. En 1901 vendió el negocio y se marchó a Madrid con un propósito 'insólito': estudiar Ingeniería Eléctrica.

Empezó a estudiar por su cuenta y, tras aprender un inglés rudimentario, se inscribió en un curso a distancia que impartía desde Londres el Electrical Institute of Correspondence Instruction. Impresionado por el tesón del joven español, el director del instituto lo animó a ampliar estudios en Nueva York. En 1904 desembarcó en Ellis Island con 60 dólares en el bolsillo. 

Mónico salió adelante... ¡y cómo! En 1909 creó su gran invento: el aparato portátil de rayos X y corrientes de alta frecuencia. Estos dispositivos eran utilizados desde hacía tiempo, pero tenían el problema de su peso descomunal (una tonelada) y su precio exorbitante (unas 3000 pesetas de la época). El aparato de rayos X Sánchez supuso una revolución. Venía en una maleta y solo pesaba diez kilos. El éxito fue inmediato y las máquinas se vendieron a hospitales del mundo entero. Pero no todo fue sobre ruedas en Nueva York. Mónico se embarcó en un proyecto de telefonía inalámbrica, cuyo promotor acabó siendo condenado por estafa. El español más tarde declararía que Estados Unidos era una maravilla, pero que no le gustaba la forma de hacer negocios de los americanos. En 1912 regresó a España rico.

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