El cuento nos advierte del proceso continuado que garantiza el eterno retorno del proceso victimario contra Blancanieves u otras que representen el mismo potencial de amenenaza que ella en el entorno de los mismos acosadores. La madrastra vuelve una y otra vez a encontrar que las diferencias entre ella y las demás Blancanieves que existen en su entorno se van atenuando. Le lleva a ello su naricisimo.
La reina vuelve a preguntar al espejo:
“- ¿Quién es ahora la más bella?
- Sigue siendo Blancanieves, que ahora vive en el bosque en la casa de los enanitos...”
Por ello no se conforma tan solo con la salida de Blancanieves de su entorno. Es necesario eliminarla definitvamente de la circulación. De ahí que el remobbing o persecución ulterior, más allá de la propia salida de la víctima de la organización es un patrón constante en los casos de mobbing. No importa lo lejos que la víctima haya sido expulsada, esta sigue siendo allá donde se encuentre un potencial de amenaza para el hostigador. Es necesario acabar con ella como sea.
Lo que el cuento describe a continuación es la receta milagrosa que opera el daño más oculto e invisible en el mobbing. Algo que le llevó a Heinz Leymann, padre fundador y pionero de la investigación y divulgación del mobbing a escala mundial a afirmar que el el acoso psicológico constituye un verdadero asesinato silencioso que no deja huella aparente y que debido a ello permite la impunidad a quien lo perpetra. El cuento explica el proceso técnico y típico de camuflaje del acosador que se presenta frecuentemente bajo el disfraz psicológico de alguien que nunca es: una persona aparentemente bondadosa, apacible, moralmente intachable, incluso interesado en hacer el bien a su víctima. Alguien a quien el cuento representa como una venerable e indefensa anciana.
El proceso de acoso reviste entonces la apariencia de un bien: una apetitosa manzana. La manzana que, desde la Biblia, representa en nuestra cultura occidental la culpabilidad. Una vez que la víctima muerde el anzuelo de la culpabilidad, dice el cuento cae paralizada. La parálisis típica ante el acoso procede del modo terrible en el que el que acosa bajo apariencia de buen hacer le lleva a su víctima a internalizar o introyectar la culpabilidad. Algo que necesita y le viene muy bien pues una víctima paralizada por la culpabilidad (como muerta dice el cuento de Blancanieves) es alguien al que resulta más fácil victimizar con muy poco riesgo de retaliación para el que acosa. Por ello ese empeño casi obsesivo en todos los maltratadores y en todas las formas de maltrato de imputarles a sus víctimas el ser la causa de los propios males que sufren. La culpabilidad, haciéndolas merecedoras del castigo y del acoso las vuelve inocuas para los maltratadores.
La reina vuelve a preguntar al espejo:
“- ¿Quién es ahora la más bella?
- Sigue siendo Blancanieves, que ahora vive en el bosque en la casa de los enanitos...”
Por ello no se conforma tan solo con la salida de Blancanieves de su entorno. Es necesario eliminarla definitvamente de la circulación. De ahí que el remobbing o persecución ulterior, más allá de la propia salida de la víctima de la organización es un patrón constante en los casos de mobbing. No importa lo lejos que la víctima haya sido expulsada, esta sigue siendo allá donde se encuentre un potencial de amenaza para el hostigador. Es necesario acabar con ella como sea.
Lo que el cuento describe a continuación es la receta milagrosa que opera el daño más oculto e invisible en el mobbing. Algo que le llevó a Heinz Leymann, padre fundador y pionero de la investigación y divulgación del mobbing a escala mundial a afirmar que el el acoso psicológico constituye un verdadero asesinato silencioso que no deja huella aparente y que debido a ello permite la impunidad a quien lo perpetra. El cuento explica el proceso técnico y típico de camuflaje del acosador que se presenta frecuentemente bajo el disfraz psicológico de alguien que nunca es: una persona aparentemente bondadosa, apacible, moralmente intachable, incluso interesado en hacer el bien a su víctima. Alguien a quien el cuento representa como una venerable e indefensa anciana.
El proceso de acoso reviste entonces la apariencia de un bien: una apetitosa manzana. La manzana que, desde la Biblia, representa en nuestra cultura occidental la culpabilidad. Una vez que la víctima muerde el anzuelo de la culpabilidad, dice el cuento cae paralizada. La parálisis típica ante el acoso procede del modo terrible en el que el que acosa bajo apariencia de buen hacer le lleva a su víctima a internalizar o introyectar la culpabilidad. Algo que necesita y le viene muy bien pues una víctima paralizada por la culpabilidad (como muerta dice el cuento de Blancanieves) es alguien al que resulta más fácil victimizar con muy poco riesgo de retaliación para el que acosa. Por ello ese empeño casi obsesivo en todos los maltratadores y en todas las formas de maltrato de imputarles a sus víctimas el ser la causa de los propios males que sufren. La culpabilidad, haciéndolas merecedoras del castigo y del acoso las vuelve inocuas para los maltratadores.
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