Nos preguntamos porqué olvidamos los sueños, porqué unos sí y otros no, porqué creemos que no soñamos. Será Milena Llop quien nos habla en este artículo sobre el sueño.
El sueño es una función vital; sin vida onírica no podríamos sobrevivir. Sin embargo, la actividad onírica no es exclusiva de la vida nocturna. En estado de vigilia también se sueña, la mente también se evade en estos instantes en que estamos inmersos en una fase que no es del todo consciente y en los que las ensoñaciones toman el control.
Los psicoanalistas no fueron los primeros en analizar los sueños. Ya dijimos en anteriores artículos que en Babilonia, en el Antiguo Egipto, en Israel, en Persia, en la India, en China, en Japón, antes incluso de la aparición de la escritura se conocían los efectos terapéuticos de la interpretación de los sueños. De este modo el hombre buscaba y encontraba un sentido a su existencia más allá de la práctica consciente. Interpretaba el lenguaje de los signos, de los símbolos, de los mitos y de las creencias para dar con el significado de la experiencia. Más tarde, el Islam elaboró un verdadero código moral o deontológico para la práctica de esa mancia de reconocido prestigio. Así las palabras que pronunciaba el soñador durante una terapia se guardaban secretamente, porque se tenían en gran consideración. En el Islam el profeta pronunciaba unas palabras que sellaban su pacto: "Que el bien te resulte próximo y que el mal se aleje de ti" Que sea un bien para ti y un mal para tus enemigos" "Loado sea Ala, Señor del universo" cuenta ahora tu sueño”.
Si los antiguos buscaban entender las claves de sus sueños, para ellos eran mensajes enviados por los dioses para iluminarles, prevenirles, advertirles y como guías para el camino, ¿por qué entonces en la era moderna se pierde la costumbre de la interpretación o se relega únicamente al diván del analista? La alta especialización nos aleja del sentido profundo de las cosas, glosa las excelencias de un aprendizaje más cerebral que intuitivo y se aleja del significado profundo de las experiencias. A partir de las primeras décadas del siglo XX, el sistema psicoanalítico vuelve a dar importancia al análisis del sueño. Los freudianos ven en ello efectos compensatorios y fantasmas producidos por la libido, el deseo que se entiende como la energía de los instintos y de las tendencias que constituyen el fondo de la personalidad. Los junguianos van más allá, para ellos nuestros sueños son portadores de mensajes simbólicos cuya interpretación nos ayuda a saber más de nosotros mismos, en definitiva para orientarnos cuando surgen problemas que afectan nuestra conducta psíquica o física y para los momentos de confusión.
Por otra parte, los neurólogos afirman que la función del sueño es debida a la actividad cerebral y orgánica. No vamos a refutar a unos y a otros, pero lo que si es cierto es que al ser una función que forma parte de la vida y que comparten todos los seres humanos, alguna cosa tendrán que transmitirnos los sueños. No cabe duda que la clave para entenderlos está, en definitiva, en nuestro interior. Es un medio de comunicación con el Yo que está aquí dentro, respecto al Yo que está aquí fuera.
El proceso del sueño
Dijimos que soñamos una media de 90 minutos por noche y aunque almacenamos millones de datos en nuestra corteza cerebral, no recordamos estos breves momentos de sueño y el motivo es que muchas de las imágenes están localizadas en otra dimensión, es como un mundo paralelo al cual accedemos sin pretenderlo y que parce que no podemos controlar. El mecanismo del sueño es esencial a nuestra vida, es un acto innato, nadie nos enseña a soñar, un acto sano, sabio, que nos permite conectar con una información que complementa nuestra realidad consciente. No podemos vivir sin soñar, porque durante el sueño se activa un mecanismo de liberación psíquica y emocional absolutamente necesario para nuestra salud integral. No sólo es un método de expulsión de las actitudes reprimidas, sino que se trata de un acceso a un mundo de múltiples posibilidades. Es durante el sueño, (fase REM, ondas Delta. Frecuencia 1-3 Hz), o también durante la meditación, (Ondas Theta, frecuencia 4-7 Hz, cuando podemos vivir auténticas aventuras, creamos fantasía, activamos diversas posibilidades de reparación, de curación, todo ello ocurre durante este trance o periodo de nuestra vida.
Hay cinco estadios reconocidos del sueño:
1.- Estadio
Se trata de la transición de la vigilia del sueño. Nuestra respiración se suaviza, disminuye, aparecen las ondas alfa de frecuencia de 8 –12 Hz, asociadas con ese estado relajado, de pensamientos apacibles, no sentimos ninguna ansiedad, los ojos se cierran para dormir. Es una somnolencia. Pueden aparecer imágenes totalmente inconexas, se trata de una ensoñación sin estímulos que pueden parecer alucinaciones. Su duración puede oscilar entre 5 y 15 minutos.
2.- Estadio
El sueño empieza a apoderarse de la mente, experimentamos descanso, pero no es profundo, nos podemos despertar fácilmente, sería como el alivio después de una siesta ligera. Aparecen los primeros movimientos rítmicos que marcan las ondas cerebrales Alpha. Suele durar unos 20 minutos aproximadamente.
3.- Estadio
La mente se encuentra relajada del todo, se registran ondas lentas, Delta, comienza la experiencia del sueño profundo. Duración 5 a 20 minutos.
4.- Estadio
Sigue el flujo de ondas Delta durante 30 minutos. El sueño es profundo, es el momento en que nuestra mente viaja a los dominios de Morfeo. Se registra este periodo como el que permite crear las imágenes oníricas y en casos de trastornos de somnambulismo es cuando las personas caminan dormidas o los niños mojan la cama. El cerebro procesa toda clase de estímulos.
Terminado este proceso que dura al menos una hora, se produce el efecto inverso. Así tendremos que de 1-2-3-4-a -4-3-2-1 y se repite varias veces cada noche. Si dormimos de siete a ocho horas en una noche atravesaremos una media de cinco ciclos de sueño.
El proceso REM, en el que el movimiento ocular es rápido tiene algunas explicaciones. Según unos es que el durmiente esta visualizando los sueños como si estuviera viéndolos en una pantalla. Otros se refieren a que son un mero reflejo de la actividad del sistema nervioso. Si nos despertamos durante este ciclo, seremos capaces de recordar el sueño. Hay personas que lo calculan y ponen una alarma para despertarse y recordar nítidamente sus sueños. Como ejercicio puede ser interesante, pero no es recomendable hacerlo, se interrumpe un proceso vital extremadamente importante.
Lo cierto es que vivimos en sueños escenarios que poco tienen que ver, en numerosas ocasiones, con nuestra realidad, los acontecimientos se suceden rápidamente, los lugares y las personas aparecen y desaparecen con asombrosa rapidez, no respetan las leyes físicas, pero pueden llegar a ser tan intensos que dejan una profunda huella en nuestra realidad. Durante el sueño la conciencia tiene libre albedrío, no está sujeta a limitaciones, tampoco hay censuras, los impulsos se manifiestan sin trabas, nada le impide al durmiente protagonizar auténticas películas. ¿Pero quién es el protagonista real de todo ello?Sin duda el Yo, el ello, el Ánima, el Ánimus y el Súper Yo, todos en Uno en su más genuina representación porque se ha liberado de la densa capa de etiquetas y no se siente condicionado por nada. ¿Quién no ha deseado seguir soñando, seguir disfrutando de imágenes de indescriptible belleza? El mundo de los sueños es mucho más que una huída, es una ascensión, una conexión con la dimensión en la que experimentamos una expansión de la conciencia. De ahí la importancia de recordar los contenidos de nuestros sueños y descifrar su simbolismo.
Un método para interpretar los sueños: un diario onírico
El primer paso para empezar a interpretar los sueños es tratar de recordarlos y no siempre resulta fácil. La amnesia del sueño se debe según la ciencia oficialista a que los cambios en la química cerebral provocan este desfase entre la actividad onírica y los neurotransmisores. También existe la teoría freudiana según la cual olvidamos los sueños que contienen deseos inaceptables y desagradables. Esta teoría ya ha sido descartada porque no tiene demasiado sentido si entendemos que los sueños nos instruyen, nos ayudan a tomar conciencia de ciertas pautas. Por lo tanto no nos interesa reprimirlos y olvidarlos. También existe la posibilidad que los recuerdos sean reprimidos a causa de un gran trauma, una experiencia dolorosa, una persona sometida a una presión, que han sufrido mucho necesita “olvidar” para aliviar su estrés emocional. Porque al soñar con alguna experiencia relacionada con el trauma, vuelve a sufrir. Para el análisis que nos ocupa, tal y como lo hemos apuntado anteriormente, el mundo de los sueños es una dimensión paralela que se lleva a nuestra conciencia a recuperar significados, nos muestra lo que somos capaces de generar y alcanzar, somos mucho más que la suma de los acontecimientos que nos suceden a diario. Como dice Nassim Haramein, un científico multidisciplinar, historiador y filósofo que expone con acierto que el ser humano es el resultado de la contracción el universo, nos hace pensar que poseemos en nuestro interior toda la información inherente al mismo universo expandido, sólo hay que descifrarlo y los sueños contienen mucha información.
La disciplina es fundamental para elaborar un diario de sueños. Unos minutos de relajación antes de acostarse permiten un mayor descanso. Irse a dormir agitado, con miles de cosas en la cabeza o agotado no favorece la distensión. Hay que ayudar al cerebro a entrar tranquilamente en las diversas fases del sueño. También podemos pedirle a la mente que nos allane el camino, se trata de hacer consciente la necesidad de recordar los sueños como una costumbre que practiquemos cada noche. Como soñar es una actividad natural, el hecho de querer pasar a la conciencia estas imágenes ya nos está conectando con el astral o mundo de los sueños. Dejemos entonces al la mente y al cuerpo guiarnos sin forzar ninguna pauta. Mantenerse en la misma postura al despertar nos facilitará las cosas. Es conveniente procurarseuna libreta para que una vez incorporados, cuando el sueño es aún fresco, apuntar todos los detalles para no perderlos ya que suelen borrarse con facilidad. No hay que cuestionarse el sueño, por muy fantástico o absurdo que nos parezca. De lo que se trata es de revisar las notas para analizar cada uno de sus símbolos. Debemos anotarlo sin añadir nada, sin buscar un estilo de redacción. La espontaneidad es básica y la constancia es lo que favorece que los sueños se recuerden con mayor frecuencia. Es preciso fecharlos y reflexionar acerca el contenido siguiendo algunas pautas. Hay buenos tratados de simbología que pueden servirnos de orientación, pero si bien los arquetipos son universales, común a todos los mortales, el lenguaje onírico es particular e intransferible. Es cierto que las analogías, concordancias y nexos comunes entre los sueños son los inherentes a todas las razas, pero la expresión del mensaje no será igual para un esquimal que para un italiano, o para un minero o panadero, un filósofo que un pintor, y esto son factores a tener en cuenta. El analista puede darnos buenas pistas, pero nadie como uno mismo para exprimir el mensaje del sueño. La deducción se hace mediante esa información básica y una gran dosis de intuición y de conocimiento de uno mismo.
Los sueños son enigmas aparentes. Desvelarlos puede resultar fascinante y sobre todo instructivo porque nos ayuda a comprendernos mejor. ¿Qué hacemos durante horas absortos en un mundo de múltiples significados que parece tener vida propia?
A menudo al despertarnos nos encontramos durante unos minutos en esa atmósfera creada por las imágenes oníricas. Si el sueño ha sido placentero, nos resistiremos a abandonarlo, persistiremos en el empeño de seguir en ese ambiente pensando que esa es la realidad que más nos seduce. Si por el contrario el sueño ha sido dramático, frustrante, una pesadilla, el impacto puede ser tremendo, nos da la impresión de que aquello está a punto de suceder, que nos han dado un aviso y deseamos borrarlo muy deprisa, -¡es cuando más debemos interpretarlo-! Los sueños repetitivos suelen alarmar al soñador, a veces obsesionarle. Recuerdo el caso de una consultante que soñaba repetidas veces con una escena: su madre fallecida la venía a buscar. Su angustia era enorme, ella interpretaba su inminente muerte. Por más que trataba de orientarla y explicarle que su interpretación era errónea, ella se sentía presa de este significado. Esta anécdota data de diez años atrás. Esta mujer sigue viva y sigue soñando lo mismo. No ha querido ahondar en el significado de este sueño repetitivo, por lo tanto seguirá en ese bucle hasta que sea capaz de enfrentarse al mensaje que su Yo le está facilitando.